Verde y Azul

«Las medusas son parte del ecosistema; la solución no es retirarlas»

Laura Prieto, investigadora del CSIC en el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN), señala que es fundamental comprender que estos organismos forman parte del ecosistema marino. Su trabajo, dedicado a las poblaciones de medusas del Mediterráneo y el Atlántico, se centra actualmente en desarrollar una herramienta para predecir la presencia de medusas en una zona determinada. El cambio global está afectando a estos organismos, advierte, y su proliferación se está viendo favorecida por la contaminación, el tráfico marítimo y el aumento de las temperaturas en ciertas áreas. Sin embargo, a la larga, la acidificación del océano y el calentamiento global pueden hacer que disminuyan. En esta entrevista concedida a Irene Lapuerta (CSIC Cultura Científica), la científica explica la situación de estos organismos.

Laura Prieto. Foto: CSIC

-Las medusas llevan en la Tierra más de 500 millones de años. ¿Qué tienen de especial para haber sobrevivido hasta la actualidad?

-Son uno de los organismos más antiguos que existen en el planeta y lo curioso es que prácticamente no han cambiado nada desde hace 500 millones de años. Eso indica que tienen una plasticidad muy alta a los cambios del entorno. Han pasado diferentes épocas glaciares e interglaciares sin tener que modificar su organismo. Sin embargo, dentro de las medusas, animales pertenecientes a la familia de los cnidarios que tienen células urticantes, hay distintas formas: los colares o antozoos; los escifozoos, en forma de paraguas con tentáculos; los hidrozoos, que son coloniales, como la carabela portuguesa (Physalia physalis) o la Velella velella; y los cubozoos, que viven en los trópicos y tienen el veneno más peligroso para los humanos. Si te pican te pueden matar, aunque el único cubozoo que tenemos en las costas de la península ibérica y el Mediterráneo, Carybdea marsupialis, no es letal.

-Aunque son necesarias para el ecosistema marino y algunas tienen propiedades beneficiosas para el ser humano, la sociedad suele verlas como algo negativo. ¿Son tan malas como pensamos?

-Realmente la visión negativa de las medusas es propia de los países occidentales. En los países orientales es al revés. Hay zonas del mundo en las que la gente paga por nadar entre medusas. En Asia, comen medusa desde hace miles de años y tienen muchas recetas. Además, en los últimos cinco años se está avanzando mucho para aplicar algunas de sus propiedades en biomedicina, nutrición o cosmética. Incluso se reconoció con un Premio Nobel la obtención de una sustancia con propiedades fluorescentes destinada a la detección del cáncer procedente de estos animales. El potencial de los productos naturales que puedes obtener de una medusa es altísimo. Cada día se descubren más. Nosotros hemos hecho una investigación con la medusa Rhizostoma luteum, de la que se desconocían ciertas propiedades. Hemos visto que tiene mucho omega 3 y colágeno que parece más compatible con el ser humano que el utilizado actualmente, obtenido de la producción porcina. Es un campo nuevo y muy interesante. Cuando empecé a estudiar organismos gelatinosos, en 2005, había una invasión de medusas en el Mar Menor. Se pagaba a los barcos de pesca para retirar las medusas y sacaban toneladas cada verano, las retiraban y las enterraban; a pesar de que esas medusas no pican a los humanos. Podrían haber hecho como en otras zonas y verlas como una parte más del turismo.

-Sin embargo, en la actualidad retirar las medusas todavía sigue siendo una opción para muchas personas.

-Siempre digo que son parte del ecosistema y hacen su función dentro de él. Las medusas están en medio de la cadena trófica, con los depredadores en niveles más altos (atunes, tiburones, pájaros) y organismos que hacen la fotosíntesis, como el fitoplancton, en los más bajos. Ellas hacen su papel tanto hacia abajo como hacia arriba. La solución no es retirarlas. Si están en equilibrio con el ecosistema, que haya medusas no tiene por qué ser señal de que algo está mal. Sin embargo, si el ecosistema está dañado y hay demasiadas medusas, hay que plantearse por qué ganan las medusas con respecto a otros organismos que están al mismo nivel en la cadena trófica. Si te quieres bañar en un sitio donde no haya peces araña que te piquen, ni medusas, ni que metas la mano en una roca y te muerda la mano una morena, entonces báñate en una piscina. El mar es lo que tiene, tiene sus organismos, ellos están en su medio y nosotros somos los que estamos disfrutando de él.

-Y su picadura ¿es realmente tan peligrosa como se cree?

-La potencia del veneno depende de la especie. En el caso de nuestras costas, en el Atlántico, la carabela portuguesa es la que tiene una picadura más dolorosa. Cuando llega, ya sea al golfo de Vizcaya, a la costa gallega, al golfo de Cádiz, o entra al Mediterráneo a través del estrecho de Gibraltar, es por condiciones determinadas tanto meteorológicas como climáticas. Tiene tentáculos muy grandes y el veneno es más fuerte, por lo que puede tener mayores consecuencias. Si eres muy sensible o alérgico, o en el caso de los niños o ancianos, y la cantidad de veneno que llega a tu organismo es muy elevada, puede generarse una reacción alérgica. La carabela portuguesa es la única que ha provocado un caso de muerte por picadura de medusa en toda la cuenca del Mediterráneo y tuvo lugar en Cerdeña, en 2010. En ese momento empezamos a trabajar con carabela portuguesa para ver qué es lo que había provocado que hubieran entrado tantas ese año. Ya lo hemos descrito y lo tenemos claro.

-¿Qué fue lo que ocurrió?

-Podemos decir que hay años de carabela portuguesa. Hasta ahora, los tres años más importantes han sido 2010, 2013 y 2018. En el caso anterior, en dos semanas llegaron, solo a las costas de Andalucía, decenas de miles de carabelas portuguesas, tanto atlánticas como mediterráneas. Con esos datos, empezamos a ir hacia atrás para ver qué había pasado antes para que llegasen a nosotros. Si ellas están en el centro del Atlántico había que ver qué las había empujado hasta llegar a las costas.

-Y ¿qué fue lo que las empujó? ¿Cómo lo analizasteis?

-Analizamos el índice del Atlántico norte (NAO), la diferencia de presión entre las Azores y Reikiavik, y vimos que ese año había sido el más negativo de todo el registro de más de 150 años. Por tanto, estaba pasando algo a escala de todo el Atlántico. Bajamos la escala y nos centramos en una región, desde Irlanda hasta la mitad de Marruecos, para ver lo que ocurría en cuanto a meteorología. Vimos que, en comparación con los últimos 66 años, ese año había habido unos vientos anormales, tanto en fuerza como en dirección. La carabela portuguesa tiene un flotador con una vela que se mueve por las corrientes superficiales y el viento. Los vientos que las empujaron ese año fueron de componente oeste, muy fuertes y persistentes. Teníamos un modelo hidrodinámico de oceanografía física sobre el que pusimos ‘patitos de goma’, en este caso carabelas portuguesas. Al correr el modelo teniendo en cuenta las corrientes y el viento, vimos cómo se iban moviendo. Los datos observados y los resultados dados por el modelo conectaban muy bien, así que era un buen modelo predictivo.

-¿El modelo consistiría en hacer una simulación?

-Claro. Cuando construyes un modelo tienes que guardarte parte de los datos, que no utilizas para su desarrollo, pero después pruebas si el modelo funciona o no con ellos, como validación. Este trabajo permitió explicar cómo las carabelas portuguesas habían llegado al estrecho de Gibraltar y se habían expandido por el mar de Alborán. Ahora estamos en el paso siguiente: describir un modelo que pueda predecir la presencia de carabelas portuguesas (cómo, cuándo y a dónde van a llegar). Esperamos poder proveer de esa herramienta a la sociedad y a los gestores para avisarles con meses de antelación. Así podrán estar preparados y con el sistema de emergencias listo.

Laura Prieto fue la primera española en descender en el sumergible ‘Alvin’, tras ella. Foto: CSIC

-Actualmente, participas en el sistema de observación de medusas de las Islas Baleares. ¿Su objetivo es predecir la llegada de medusas?

-En el sistema de observación de medusas de las Islas Baleares participamos dos centros del CSIC (el IMEDEA y el ICMAN), el Sistema de Observación y Predicción Costero (SOCIB) y el Govern balear. Está implantado desde 2014 y contamos con casi 200.000 datos solo de medusas. No existe un sistema de observación así en ninguna parte del mundo. Ni con la resolución temporal (que se vea tantas veces al día) ni espacial (que cubra las cuatro islas). Este sistema se creó entre científicos y quienes están a pie de playa. Sin el SOCIB no podríamos tener los modelos hidrodinámicos y de meteorología, y sin el Govern no podríamos disponer de los observadores. Nos facilita que todos los socorristas, en más de 150 playas, trabajen en los protocolos generados para que la observación se desarrolle de forma sistemática y sólida. Además, contamos con barcas, recorridos y varios puntos de observación. El objetivo último es poder generar herramientas predictivas de llegada de medusas con todo este conocimiento adquirido de oceanografía, meteorología y ecología de las medusas.

-¿Qué tipo de herramienta queréis generar?

-Un modelo muy sencillo que pueda hacer cualquier persona desde un portátil sería la herramienta ideal. Casi lo tenemos resuelto con el caso de la carabela portuguesa. Nuestro objetivo inicial era solo las islas Baleares, pero hemos conseguido que funcione en toda la cuenca del Mediterráneo. Podría tratarse de una aplicación similar a la que utilizan las personas que hacen surf para ver la cantidad de aire. Así podría utilizarla cualquiera y ver la probabilidad de que haya medusas en una playa en un momento determinado.

-Además de la carabela portuguesa, ¿qué otras medusas llegan a nuestras costas?

-La más frecuente en el Mediterráneo es la Pelagia noctiluca, que representa al 90% de las medusas que hay en estas aguas. Por ella empezamos este sistema de observación. Tiene una característica muy peculiar, ya que se ha saltado toda la fase vital relacionada con los pólipos. Siempre está en la columna de agua (de ahí lo de ‘pelagia’) y brilla por la noche (por eso se la denomina ‘noctiluca’). Se mueve en todo el Mediterráneo por la corriente general de agua profunda, es decir, la que no está pegada a la costa; y hace una migración vertical: por el día, está a más de 100 metros de profundidad y, por la noche, sube a la superficie a alimentarse. Si quieres verla y estudiarla, tienes que hacerlo de noche y por el día tienes que tener otra infraestructura para poder ver a qué profundidades está. Aunque la profundidad cambia según la zona. Por ejemplo, en zonas de Mallorca e Ibiza, la plataforma continental es muy estrecha, es decir, cuando te alejas de la costa la profundidad cae mucho. La corriente va muy cercana a la costa y la probabilidad de que lleguen a la costa es mayor. Una vez que Pelagia noctiluca entra a una cala ya se queda ahí atrapada, no puede hacer la migración vertical, y es entonces cuando aprovecha para soltar los gametos y reproducirse. La picadura de esta medusa es considerada como media, en comparación con la de la carabela portuguesa que es alta.

‘Cotylorhiza tuberculata’ en el mar Mediterráneo. Foto: CSIC

-¿Cómo está afectando el cambio climático a las medusas?

-Depende de la especie y de la zona geográfica. En las especies que tienen fases vitales, el cambio climático puede afectar al momento en el que liberan la larva pelágica (éfira), ya que la primavera se adelanta y la temperatura sube de cierto nivel antes. Si esto normalmente ocurría en marzo, ahora puede suceder en febrero. Los pólipos generan la éfira antes y la fase pelágica, la que vemos en la playa, dura más tiempo. Por otra parte, como consecuencia del cambio climático, los trópicos cada vez son más anchos, y esto hace que las especies tropicales puedan invadir o colonizar zonas que antes eran templadas y que no eran de su nicho ecológico en cuanto a temperatura. Mucha de la responsabilidad la tenemos nosotros. Algunas especies han invadido otras zonas por las aguas de lastre de los barcos; como es el caso de Mnemiopsis leidyi, un ctenóforo procedente de la costa este atlántica de Estados Unidos que ahora está en todos los mares de Europa. El cambio global implica también una bajada del PH del océano por la mayor concentración de C02 en el agua. En el caso de los corales, esto provoca que no puedan construir sus esqueletos de carbonato cálcico. Y las medusas tienen unos órganos de estabilización, unas estructuras cristalinas llamadas estatolitos, que también se ven afectadas por el PH. Hemos estudiado cómo afectarían a distintas especies las condiciones que va a haber en 2100 en el Mediterráneo y hemos visto que, aun siendo muy plásticas y que no van a desparecer, sí se verán afectadas. La cantidad de dinoflagelados (organismos unicelulares), que viven en simbiosis con algunas de estas medusas, van a disminuir con el aumento de la temperatura y la concentración de CO2.

-¿La pandemia ha afectado a las medusas de alguna forma?

-En 2020, en ninguna parte de nuestras costas hubo medusas. Seguíamos con el sistema de observación y no había ninguna. Es un dato muy curioso que estamos estudiando. En cambio, en otoño, empezó a aparecer Rhizostoma luteum, que estamos acostumbrados a ver en el golfo de Cádiz, y era la primera vez que se observaba en Cantabria. Es blanca, muy grande, con tentáculos de 3 metros. Desde hace unos meses, está llegando a las rías gallegas la medusa melena de león (Cyanea capillata), típica de los polos. Esto tiene que ver con el cambio climático. Si una medusa, acostumbrada a estar en zonas más al norte, está bajando, quiere decir que las corrientes están cambiando. Las medusas son parte del plancton, se mueven con la corriente; a diferencia del necton, que son los peces que pueden nadar a contracorriente.

-¿Cómo conviven los bancos de medusas con los residuos acumulados en el fondo marino?

-La contaminación tiene un efecto que favorece a las medusas. Si generas muchos vertidos de nutrientes en el agua de mar, provocas que la floración de fitoplancton sea más intensa. Esto genera zonas con muy baja cantidad de oxígeno disuelto, vital para otros organismos de la cadena trófica que ocupan una posición similar a la de las medusas, como los peces. Con los niveles de oxígeno en los que un pez muere asfixiado, las medusas sobreviven. Cuando el sistema está degradado, realmente las que salen favorecidas son las medusas. El cambio climático tiene muchas consecuencias.

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