En los últimos años se ha podido leer que en España la superficie forestal está aumentando.
Mientras que en 1990 solo el 27,65% de la superficie de nuestro país estaba cubierta por bosques, en 2016 llegó al 36,9% según datos del World Bank.
Las cifras, aunque positivas en un contexto nacional, llevan oculto un daño al medio ambiente global.
Nuestros hábitos de consumo tienen un impacto en los bosques de todo el planeta. En un mundo con un mercado tan globalizado, la hamburguesa que nos comemos o el champú que utilizamos puede estar favoreciendo la destrucción de selvas.
Un estudio publicado en la revista Environmental Research Letters ha calculado la contribución de cada país a la deforestación global. Y se ha comprobado que España, como actor individual dentro del planeta, contribuye a la destrucción de bosque.
Los españoles utilizamos menos terreno para cultivar que hace unos años, pero consumimos lo mismo o más. El crecimiento natural de árboles en muchos lugares de cultivo abandonados, como otro efecto más de la España Vaciada, está en parte detrás de esto.
Pero también lo está el aumento de zonas protegidas y la reforestación de zonas incendiadas.
Un desequilibro que en parte se compensa aumentando la agricultura intensiva, dañina para el suelo y el ambiente.
Pero también con el aumento de importaciones desde países tropicales que causan pérdida de selva. Es lo que los autores han calificado como deforestación importada. Y en este sentido, el ritmo de deforestación importada sería mayor que el de crecimiento de bosque en España.
Con los datos de este estudio, el portal Our World in Data ha calculado el balance total de un gran número de países. Mientras que en 2010 se reforestaron 1.170 hectáreas en nuestro país, los españoles contribuimos a la pérdida de 29.575 hectáreas en otros lugares en ese mismo año.
No somos los únicos con balance negativo. Países de nuestro entorno como Alemania también importan deforestación a un ritmo más rápido del que se reforesta su país. Otros como Portugal están en el límite, casi con una contribución casi nula. Italia, por su parte, muestra valores positivos. Y China, a pesar de ser el mayor importador de deforestación del mundo, tiene un efecto global positivo ya que también es el país donde más crece la reforestación.
No obstante, cabe señalar también que no toda la superficie forestal es igual. Las selvas en los trópicos son espacios llenos de diversidad. Cientos de especies animales y vegetales prosperan en un clima ideal para la vida salvaje.
Además, muchas de las especies de esos lugares en peligro están críticamente amenazadas. Algunas tan icónicas como el orangután o el chimpancé. Por eso, la pérdida de una hectárea de selva generalmente provoca un impacto ecológico mayor que la pérdida de una hectárea de bosque boreal, siendo ambos muy importantes.
Y aunque el bosque aumente su superficie en España, tampoco señala que nuestra naturaleza vaya a mejor. Los bosques no están igual de sanos que tiempo atrás. La abundancia de especies invasoras como los eucaliptos, la pérdida de biodiversidad, el cambio climático o la degradación de muchos suelos hacen que los bosques no tengan la densidad y el vigor óptimo.
Qué ocasiona la pérdida de bosque en el mundo
Cada año se pierden 5 millones de hectáreas de bosque, el 95% en los trópicos. Aproximadamente un tercio de toda la deforestación del mundo ocurre en Brasil. Y de esto, tres cuartos es debido a la agricultura: cultivos, cría de ganado y productos como el papel.
La expansión de pastos para criar ganado vacuno es el responsable del 41% de la deforestación tropical. Una extensión como la provincia de Badajoz – la provincia más grande de España – se pierde cada año únicamente debido a la producción de pastos para vacas.
El otro gran motor de deforestación (el 18%) es la plantación de palma y soja. Las plantaciones de palma para la obtención del aceite, usado en cosmética y muchos alimentos procesados, es la mayor causante de destrucción de selva en Indonesia. La soja, por su parte, es un cultivo mucho más mayoritario en América Latina. Pero el consumo humano de soja solo corresponde al 6% del total plantado. La gran mayoría de ella está dirigida a su uso como pienso o en biodiésel.
Y en tercer lugar está la industria de papel y madera. Es una industria que en Europa y América del Norte está fuertemente regulada y en muy pocos casos contribuye a la pérdida de bosque. Pero en los trópicos no es así. Un 15% de la pérdida total de selva es por culpa de esta actividad.
¿Y qué podemos hacer para combatirlo? La comunidad científica lleva años publicándolo.
Se deberían implementar medidas más estrictas en la cadena de producción, rechazando los productos que hayan contribuido a la deforestación. Un aumento en la investigación desarrollaría nuevos cultivos y técnicas más eficientes.
Pero como consumidores, podemos empezar por reducir el consumo de carne y otros productos animales. Basar la dieta en una mayoría de productos vegetales, con cuatro raciones de legumbres a la semana y mucha fruta y verdura, además de ser lo recomendado por los nutricionistas, disminuiría nuestra huella personal de daño al planeta.
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