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peces exóticos

El río Guadalquivir ya tiene más peces exóticos que autóctonos

La proliferación de especies exóticas en los ríos españoles avanza sin control. En algunos, como el Guadalquivir, ya son más numerosos los peces exóticos que los autóctonos, que se van viendo desplazados por las especies invasoras. Estas últimas les arrebatan el alimento y el espacio y las condenan a la desaparición. Está llegando una nueva especie exótica cada tres años.

Las especies invasoras son mayoría ya en la cuenca del Guadalquivir. “Es una situación muy mala, catastrófica”, resume Carlos Fernández, catedrático de Zoología de la Universidad de Córdoba y director del grupo de investigación Aphanius.

La reciente aparición del siluro –un enorme pez exótico introducido en el Guadalquivir con una esperanza de vida de 30 años y hasta 180 kilos de peso- hizo saltar las alarmas sobre la presencia de las especies invasoras en el río y la presión que éstas ejercen sobre las autóctonas. No obstante, el problema es mucho más amplio. La llegada masiva de especies exóticas tiene ya un largo recorrido en Andalucía y ha sido denunciado en numerosas ocasiones por grupos ecologistas e investigadores.

El propio grupo Aphanius de la Universidad de Córdoba presentó un exhaustivo trabajo en 2014 (‘Distribución y estado de conservación de los peces dulceacuícolas del río Guadalquivir’) en el que, tras cinco años de trabajo sobre el terreno, ya identificaron la importante presencia de especies alóctonas (que se encuentra fuera de su propio hábitat, no originario) como el black bass, el percasol, la gambusia, el lucio o la trucha arcoíris, el chanchito o el pez gato, además del siluro.

Además, establecieron cuál es la tasa de introducción de las especies exóticas: nada menos que una cada tres años para los últimos 18 años. “Una tasa verdaderamente elevada y muy preocupante”, alertaban.

Las autóctonas, en regresión

Estas especies invasoras actúan de varias maneras sobre las locales: “Unas predan sobre las especies autóctonas, otras las desplazan, otras les quitan el hábitat… es una serie de efectos de las especies invasoras que están colocando a nuestras especies autóctonas en una situación muy precaria”, subraya Carlos Fernández, quien además apunta que ya no existen comunidades de peces autóctonas más allá de las partes más altas del río, en los arroyos de cabecera, donde aún permanece el régimen Mediterráneo”.

Esta no es una situación exclusiva del Guadalquivir, sino que este investigador lo hace extensible al resto de ríos de la región: “La mayoría de los tramos fluviales de todos los ríos de Andalucía se encuentran contaminadas con especies invasoras”, ataja.

Se trata de una situación que está afectando especialmente al salinete (Aphanius baeticus), que es una especie endémica en Andalucía, así como al Fartet (el Aphanius iberus). Ambas especies están amenazadas por la gambusia y el fúndulo, otras dos especies exóticas.

Carlos Fernández destaca también la presencia generalizada de la carpa, una de las especies que más degradan el medio en beneficio propio, y las piscícolas en general, donde se incluyen las especies “pescables introducidas”, como el siluro, el black bass, el lucio… Pero el problema no se detiene aquí, pues aún faltan “las que están por venir: la lucioperca y otras especies que predan sobre todas las especies acuáticas, ya sean autóctonas o exóticas”.

¿Cómo son introducidas?

Hay un amplio abanico de vías por las cuales estas especies de peces exóticos acaban siendo introducidas en el río Guadalquivir.

Por ejemplo, su introducción para la pesca deportiva, algo que ya ocurrió en la década de los 60 por parte de la propia Administración, según Fernández, que soltó al lucio y al black bass. Es una práctica que continúan realizando aún algunos pescadores, no todos, que los introducen para después poder pescarlos, como ha ocurrido con el siluro o el alburno.

“También se introdujo oficialmente la gambusia, a principio del siglo pasado, para combatir el paludismo y se trajeron ejemplares de Norteamérica o de Cuba para introducirla en las aguas españolas”, añade Fernández.

Se han detectado además introducciones accidentales, debido a especies se escapan de las pajarerías, las tiendas de animales, acuarios, piscifactorías o incluso de centros de investigación. De la misma forma pasa con los peces destinados a la ornamentación de jardines, como el carpín rojo, muy empleado para decorar estanques y que pueden llegar a los ríos después de una riada o un escape.

Otro motivo consiste en que, simplemente, muchos ciudadanos sueltan a sus peces exóticos una vez se cansan de tenerlos como mascotas en casa.

En el estudio del grupo Aphanius se ofrecían unas recomendaciones finales para evitar que las especies autóctonas acabasen pereciendo antes las exóticas que, por cierto, se adaptan mucho mejor a la degradación del hábitat.

Entre ellas destaca el incremento de la calidad de las aguas, “controlando los numerosos vertidos ilegales aún existentes”; el desarrollo de “planes de reintroducción de especies en cuencas y tramos medios y altos allá de donde se hayan extinguido”, como la boga y la anguila; la realización de “programas de erradicación de especies exóticas en aquellas zonas en las que aún pueden ser eliminadas” como los piscardos y gobios, y la creación de “planes de conservación de las especies en mayor peligro donde la cría en cautividad sea una de las tareas fundamentales”, como la pardilla oretana.

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Ana I. Montañez

2 comentarios

  • Para mí el Dr. Carlos Fernandez ya está suficientemente desacreditado con su peculiar e insidiosa «matanza de Zóñar». Aún así, al final del artículo se pone de manifiesto lo único relevante que se puede hacer. En ningún momento comentan que la verdadera causa de la proliferación de esos seres vivos se debe fundamentalmente a la perturbación grave de los ciclos hídricos al construirse presas, embalses, azudes, transvases y demás. Esa es la causa de que las especies «autóctonas» -al parecer, las únicas que tienen derecho a la vida-, encuentren un hábitat distorsionado, desde hace nada menos que unos 100 años; que impida o dificulte sus desarrollos. Las especies «alóctonas» son las que se adaptan mejor a esos nuevos ambientes antropizados. Por eso prosperan.

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