Hace 55 años que una expedición del ejército de Estados Unidos desplegada en Groenlandia perforó más de un kilómetro y medio de profundidad para recoger sedimentos y analizar la historia de la zona.
Una misión militar ubicada en Camp Century en plena Guerra Fría cuyo principal objetivo era esconder más de 600 misiles nucleares bajo el hielo muy cerca del territorio de la extinta Unión Soviética.
La misión militar se vistió de expedición científica para no levantar sospechas en las tropas enemigas, y aunque fracasó en su principal objetivo, el armamentístico, logró perforar hasta esos 4.560 pies de profundidad para estudiar el terreno de Groenlandia en un intento por comprender las edades de hielo de la Tierra.
Ese fue entonces el principal objetivo, pasando desapercibido para los científicos encargados de aquella misión una pequeña capa de suciedad acumulada debajo del núcleo del hielo. Un material que entonces no se sabía único y que desapareció en el fondo de un congelador hasta que, en 2017, y de forma accidental, fue redescubierto en la Universidad de Vermont (UVM).
El giro cinematográfico de la historia hizo que antes de que cayera en las manos del profesor de la UVM Andrew Christ en 2019, el material congelado pasara por diversos congeladores en la Universidad de Búfalo (Estados Unidos) en la década de 1970 y viajara hasta la Universidad de Copenhague (Dinamarca) en los 90, donde estuvo oculto durante casi tres décadas.
La revisión rutinaria que llevó a cabo el profesor Christ le permitió encontrar en aquella muestra de 1966 un mundo lleno de ramitas y hojas que demostraban cómo en aquella zona de Groenlandia había habido un enorme bosque boreal.
Una extensión arbórea tan grande como toda Alaska que se situaría en el lugar en el que hoy hay una inmensa capa de hielo.
Tras aquel hallazgo, en 2019, el profesor Andrew Christ y un equipo internacional de 14 científicos dirigidos por Paul Bierman, profesor del departamento de Geología de la Universidad de Vermont, Joerg Schaefer profesor de la Universidad de Columbia, y Dorthe Dahl-Jensen, profesora de la Universidad de Copenhague, comenzaron a reestudiar lo encontrado en aquel congelador.
Unos fósiles y sedimentos únicos que mostraban cómo Groenlandia habría estado libre de hielo durante los últimos cientos de miles de años.
Encontrar un material como ese en buen estado es poco o nada común ya que «las capas de hielo generalmente pulverizan y destruyen todo a su paso, pero lo que descubrimos fueron estructuras vegetales delicadas, perfectamente conservadas», indica el profesor Christ.
Cientos de miles de años que para usted y para mí son una increíble cantidad de tiempo, pero no para la ciencia,
«Son fósiles, pero parece que murieron ayer. Es una cápsula del tiempo de la vida en Groenlandia que no podríamos encontrar en ningún otro lugar», señala Andrew Christ.
¿Dónde va el hielo que se derrite?
La investigación internacional que arrancó con ese descubrimiento de la Guerra Fría demuestra cómo el hielo profundo de la base militar de Camp Century se derritió en el «pasado geológico reciente» y al menos una vez en el último millón de años.
Esta base, que se ubica a unos 1300 kilómetros del Polo Norte, a 120 kilómetros de la costa más cercana, estuvo repleta de vegetación, con musgo, árboles y líquenes, pero como indican los sedimentos recogidos.
Gracias a este descubrimiento la ciencia podrá acabar prediciendo donde terminará, en caso de que continuara aumentando la temperatura de la tierra, la capa de hielo derretida de Groenlandia.
Según registros del año 2019, la capa de hielo de Groenlandia perdió 600.000 millones de toneladas en esos doce meses como consecuencia del «aumento de la temperatura y patrones excepcionales de circulación atmosférica», como señala un estudio publicado en The Cryosphere.
El segundo peor registro en la zona después del de 2012.
Con este nuevo hallazgo, y para descubrir hacia dónde iría ese hielo, el tiempo ha jugado a favor de la ciencia ya que la evolución tecnológica de los últimos cincuenta años ha permitido utilizar una serie de técnicas analíticas que no existían cuando se recogió el material.
La historia de algunos paisajes sobre los que caminamos hoy en día vive capturada bajo enormes capas de hielo.
El problema llegará cuando éstas desaparezcan, y en contra de lo que antes pudiéramos imaginar, Groenlandia es realmente sensible al calentamiento global.
En ese sentido, el profesor de la Universidad de Vermont, Paul Bierman, señala que, aunque “Groenlandia pueda parecer lejana”, en caso de derretirse «vertería la suficiente cantidad de agua a los océanos para que Nueva York, Miami, Dhaka, elija su ciudad, se sumergiera».
El peligro de la emergencia climática
Los efectos del cambio climático se dejan notar en prácticamente cada rincón del planeta: Subidas de temperaturas, fenómenos extremos como Filomena cada vez más constantes, migraciones de especies fuera de época y otras muchas evidencias son muestra de ello.
La emergencia climática es una realidad a la que hay que hacer frente para darle una vida más próspera al planeta.
El último ejemplo de esta realidad es el descubrimiento hecho en las heladas tierras de Groenlandia.
El núcleo de hielo de aquella zona ha desaparecido de forma notable y queda demostrada su increíble vulnerabilidad ante el aumento constante de la temperatura al que estamos sometiendo a la Tierra.
«Este no es un problema de veinte generaciones, este es un problema urgente para los próximos 50 años», señala Paul Bierman, geocientífico de Universidad de Vermont y profesor de la Facultad de Artes y Ciencias, Escuela de Medio Ambiente y Recursos Naturales Rubenstein, y miembro del Instituto Gund para el Medio Ambiente.
Esta investigación, publicada en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences, puede ayudarnos a comprender qué efectos tendrá el aumento de la temperatura, en caso de seguir sucediéndose, en el resto del planeta.