El biogás, compuesto principalmente por metano (CH4) y dióxido de carbono (CO2), es una fuente de energía renovable que se obtiene de los residuos urbanos, ganaderos, industriales e incluso de los lodos de las depuradoras de aguas residuales, contribuyendo a la ansiada neutralidad carbónica por partida doble: por un lado, es capaz de generar energía eléctrica y térmica verde descartando los fósiles, y, además, evita la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero (GEI) como, por ejemplo, el metano que se libera de manera natural a la atmósfera durante la descomposición de la materia orgánica.
En su lugar, una planta de biogás trata esa biomasa, acelera su descomposición y capta el metano para producir energía. Mediante este proceso, una estación que reciba unas cien toneladas de residuos diarios puede evitar la emisión de unas 3.000 toneladas de CH4 a la atmósfera y darles una nueva vida en forma de calor o electricidad a su paso por una caldera o un motor de cogeneración.
«Es la mejor solución al acuciante problema medioambiental existente y que, además, proporciona energía renovable. Su objetivo principal es la reducción de emisiones indeseadas de gases de efecto invernadero y que empeoran la calidad del aire. Tampoco hay que producirlo, toda la materia orgánica al descomponerse lo está ya generando y lo que se hace con estas plantas es capturarlo para evitar esas emisiones y valorizarlo», defiende el presidente de la Asociación Española del Biogás (Aebig), Francisco Repullo. «Este sector devuelve nutrientes al suelo, genera empleo en el medio rural y es el único capaz de generar huellas de carbono negativas, siendo la energía renovable que más contribuye a la Economía Circular».
De hecho, tras la extracción del biogás, de la sustancia restante que prevalece en los tanques de estas plantas se extrae un fertilizante natural que tiene salida al campo y puede emplearse en las labores agrícolas.
Estas instalaciones pueden concebirse para el autoabastecimiento, por ejemplo, de una industria ganadera que soluciona el problema de higiene y malos olores de los excrementos y purines de los animales empleándolos en la producción de energía para sus propias instalaciones. O bien, un Ayuntamiento, que reduce los costes por el traslado de residuos orgánicos urbanos a los vertederos y a cambio obtiene luz para iluminar un centro de salud, o energía térmica para mantener la calefacción de una escuela. O bien se plantea a nivel industrial, para obtener un beneficio económico sostenible.
El biometano
El producto estrella que subyace en estas plantas es, sin un ápice de duda, el biometano, un gas renovable que se obtiene a partir de un proceso de depuración del biogás.
«El biogás sale con un 60% o 65% de metano y un 30% o 35% de CO2. Entonces este CO2 hay que quitarlo para que el gas tenga las mismas características que el gas natural», explica Fernando Selva, de AGF Ingeniería de Procesos, firma experta en biogás.
Por tanto, el biogás pasa por un proceso de purificación o upgrading mediante el que se incrementa la presencia del metano muy por encima del 90%. Así, adquiere exactamente la misma composición molecular que el gas natural producido a partir de yacimientos de restos fósiles, por lo que pasa a denominarse biometano y es apto para inyectarlo en la red gasística.
«El biometano tiene la misma composición química que el gas natural, la única diferencia está en el origen: uno viene del subsuelo, de los yacimientos, y el otro de un proceso natural de descomposición de los materiales», añade Selva.
Cuando el biometano se incorpora a los gasoductos locales o bien se transporta en forma de Gas Natural Comprimido (GNC) es posible entrar en los mercados europeos y explotar la rentabilidad de este gas verde.
En España, solo hay una única planta de biometanización que inyecte este gas renovable a la red, según Enagás; es el Parque Tecnológico de Valdemingómez, en Madrid, que parte de una iniciativa pública. En cuanto al sector privado, las plantas de La Galera, en Tarragona, y Biogasnalia en Burgos serán las primeras, ambas diseñadas por AGF.
«Por supuesto que el biometano irá ganando protagonismo y presencia en la sociedad. Las estimaciones a día de hoy, considerando los residuos orgánicos urbanos, agrícolas, ganaderos, alimentarios y aguas residuales, es que podría satisfacer hasta el 65% del consumo doméstico-comercial anual de España. Este potencial aumentará a medida que el sector vaya desarrollándose y avanzando en innovación», recalca el presidente de la Aebig.
Un gran desconocido en España
El biogás es una fuente de energía renovable prácticamente desconocida en España, donde se contabilizan unas 200 plantas, mientras en Europa se erige como una gran consolidada, con más de 18.000 instalaciones a pleno funcionamiento, de las que más de 10.000 están construidas en suelo alemán, uno de los países precursores.
Y aunque las renovables generan ya cerca del 40% de la electricidad en España, predominan la energía hidroeléctrica y la eólica pero el biogás contribuye solo con el 0,3%, según el balance eléctrico del Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía (IDAE). Sin embargo, la materia prima no escasea. España ocupa el segundo puesto en el ranking europeo, por detrás de Francia, en cuanto a extensión agrícola, con más de 25 millones de hectáreas de superficie ocupadas. El sector porcino español representa el 15% del total de la Unión Europea, siendo el segundo mayor productor de carne de cerdo después de Alemania.
Estos datos confirman que el país desperdicia su gran potencial como productor de este gas renovable, ya que ostenta unas posiciones privilegiadas en el sector agroganadero. «La industria alimentaria tiene mucho residuo y ese residuo no se está aprovechando. España podría montar fácilmente miles de plantas de biogás que funcionarían exclusivamente con residuos» apunta Fernando Selva.
¿Por qué el país se queda rezagado? «Lo único que hace falta es que la Administración establezca marcos regulatorios e incentivos, tal como ya se ha hecho y siguen haciendo los países de nuestro entorno. La rueda ya está inventada», resuelve Francisco Repullo, que subraya la falta de ayudas económicas de las que adolece esta energía renovable desde 2012.
Otro escollo es la carencia de un certificado de denominación de origen de este biocombustible. «Si España no estuviera dentro de la Unión Europea, el biogás tendría muchos problemas para desarrollarse pero como estamos dentro podemos vender a cualquier europeo. Lo único que te exige es que venga a nuestras fábricas una empresa que certifique que ese gas está hecho con residuos, que es un gas renovable 100%», añade Selva.
Quizás esa falta de apoyo institucional empiece a revertirse ahora que el Ministerio para la Transición Ecológica ha incluido a este biocombutisble en su Marco Estratégico de Energía y Clima, dando forma incluso a la denominada «Hoja de Ruta del Biogás», con el que se pretende fomentar su despliegue en los próximos años.
10 Beneficios del Biogás
1. Impulsor de la Economía Circular. Los residuos que genera una actividad producen la energía para que se siga desarrollando.
2. Favorece el autoconsumo energético, cumpliendo con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 7, de acceso universal a la energía.
3. Contribuye a la descarbonización del modelo energético.
4. Integra al mundo rural en los objetivos de transición energética.
5. Supone una mejor gestión de los residuos urbanos.
6. Reduce la emisión delos GEI, cumpliendo con el ODS 3 sobre la garantía de una vida saludable para todos y el ODS 13, sobre la acción contra el cambio climático.
7. Tras purificarse puede convertirse en biometano .
8. Disminuye el uso de los fósiles y la dependencia energética.
9. Su rentabilidad impulsa la investigación para hacerla una fuente más competitiva.
10. No solo es una energía «limpia» sino que «limpia» su propio entorno.
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