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Aún queda la cuarta parte de 2020 y ya se puede afirmar que la temporada de incendios forestales en el Ártico no ha tenido precedentes en la historia. Agravado además porque comenzó con dos meses de antelación.
Además, una de las grandes preocupaciones de los científicos en la situación que están descubriendo son lo que han bautizado como ‘incendios zombis’, también llamados remanentes.
Son incendios que se mantienen vivos aunque parezcan estar muertos, o apagados. Es decir, que en una tierra como aquella, turba rica en carbono, el fuego es capaz de arder sin llama bajo tierra durante el invierno, y volver a avivarse en la superficie sin necesidad de una nueva llama, tan pronto como el clima se calienta en primavera.
El estudio ha sido recientemente publicado en la revista Nature Geoscience, y su coautor es el doctor Turetsky, ecólogo de incendios y permafrost (es la capa de suelo permanentemente congelada pero no siempre cubierta de hielo o nieve en las regiones muy frías como la tundra) en el Instituto de Investigación Ártica y Alpina (INSTAAR), ha explicado:
«Sabemos poco sobre las consecuencias de estos incendios remanentes en el Ártico, excepto que representan un problema en el sistema climático y pueden significar que los incendios severos de un año preparan el escenario para más quema el siguiente verano».
Y añadió que “no es solo la cantidad de área quemada lo que es alarmante, sino las consecuencias que ello puede suponer para nuestro futuro climático.”
Hay otras tendencias que notamos en los datos satelitales que nos dicen cómo está cambiando el régimen de incendios del Ártico y lo que esto significa para nuestro futuro climático». Y aunque se están valiendo de datos obtenidos por satélite, consideran esencial la experiencia de los pueblos indígenas y otras comunidades locales para comprender y gestionar este problema global.
La segunda cuestión especialmente preocupante de eta nueva situación es que estamos viendo cómo aparecen incendios en suelos calificados hasta ahora como resistentes al fuego. Y es que según se va calentando el clima de la tundra en el extremo norte, la vegetación se seca y lo que hasta ahora consideraban los científicos como material no combustible, comienza a incendiarse.
Arbustos enanos, juncos, hierba, musgo e incluso turbas superficiales vemos ahora como arden. Incluso los paisajes húmedos como pantanos y marismas también se están volviendo vulnerables a las quemaduras.
La geógrafa y científica de incendios en la Universidad de Miami, Jessica McCarty, que es la autora principal de esta investigación, ha dicho que «los incendios del Ártico están ardiendo más temprano y más al norte, en paisajes que antes se pensaba que eran resistentes al fuego».
Así, más de la mitad de los incendios detectados en Siberia este año se produjeron al norte del Círculo Polar Ártico, en el permafrost con un alto porcentaje de hielo en el suelo.
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Esto tiene dos consecuencias, y ninguna de ellas es buena.
La primera es que como son zonas que retienen grandes cantidades de carbono de la biomasa antigua, los modelos climáticos no tienen en cuenta el rápido deshielo al que ahora están sometidos, con la consiguiente liberación de gases de efecto invernadero, incluido el metano.
La segunda consecuencia, aunque más local, es que este rápido e inesperado deshielo, provocado por los incendios, puede causar hundimientos, inundaciones, pozos y cráteres, e incluso puede sumergir grandes áreas bajo lagos y humedales.
Hechos todos ellos que además de perturbar la vida y los medios de subsistencia de los residentes del Ártico, los científicos asocian a más gases de efecto invernadero que se mueven hacia la atmósfera.
Y es que según el Dr. Smith, especialista en incendios de la London School of Economics and Political Science, y coautor del estudio, «las temperaturas récord y los incendios asociados nos acercan al peligro de convertir este importante sumidero de carbono en una fuente de carbono, lo que provocaría un mayor calentamiento global».
La investigación que se acaba de publicar advierte que estamos ante algo tan importante para el sistema climático que debe considerarse como un tema de importancia mundial. Y describe un camino a seguir no solo para comprender el papel de los ‘incendios zombis’ en el Ártico, sino también para garantizar que la investigación se mantenga centrada en las necesidades de la comunidad local.
Y McCarty concluyó haciendo un llamamiento: «necesitamos nuevos enfoques sensibles al permafrost y a la turba para combatir los incendios forestales para salvar el Ártico. No tenemos tiempo que perder«.
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