Ciudades que miran a la tierra. Mitigan el efecto ‘isla de calor’ propio de las ciudades y sirven para recuperar parcelas condenadas al abandono. Los huertos urbanos, que muchos calificaron de moda pasajera, proliferan ya por toda España. Colectivos conservacionistas defienden su papel social y de concienciación ambiental.
Los huertos urbanos recorren la geografía española de punta a punta. No hay gran capital o pequeño municipio que se resista a esta práctica agrícola con mayor número de adeptos cada día. Según los datos más recientes de Ecologistas en Acción, en España se superan los tres millones de metros cuadrados dedicados a la producción de verduras y hortalizas para autoconsumo. Pero su aportación va más allá, pues estas pinceladas verdes en zonas periurbanas, o en puntos dentro de la misma ciudad, mitigan el efecto ‘islas de calor’ que es propio de las urbes y producen alimentos de forma sostenible. Incluso en entornos urbanos que registran una elevada contaminación.
Diversos estudios, entre ellos uno del Institut de Ciències i Tecnologia Ambiental (ICTA) de la Universitat Autònoma de Barcelona, revelan que se trata de una herramienta muy útil para mejorar la calidad del aire y la temperatura. Además, reducen el impacto ambiental del transporte de mercancías, son un apoyo a las economías locales y aportan beneficios sociales en ámbitos como la educación, la salud, la inclusión o el ocio saludable. Factores nada desdeñables si, como estiman diversos organismos internacionales, en el año 2050 el 66 % de la población mundial residirá en nucleos urbanos y la demanda alimentaria aumentará en un 30%.
Ciudades post-Covid
Este tipo de agricultura urbana, auspiciada en muchos puntos de la geografía española por las administraciones públicas, debería ser uno de los puntales para la construcción de ciudades más sostenibles. Es una necesidad que ha quedado especialmente patente con la crisis de la Covid-19 y sobre la que ha colocado el foco Greenpeace. Para la organización ecologista, los hogares, vecindarios, barrios o distritos deberían ser capaces de producir ciertos alimentos a través de huertos urbanos comunitarios. «Es necesario impulsar la agricultura urbana y periurbana, local y sostenible», defienden desde Greenpeace, que recuerda que los núcleos urbanos son responsables del 75% de las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2).
Pero también hay quien duda de los beneficios de los huertos urbanos. Entre los reparos, se esgrime el temor a que la contaminación atmosférica de las ciudades pueda repercutir en la salubridad de los alimentos agrícolas cultivados. Sin embargo, el proyecto Fertilecity, en el que también participan investigadores de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), ha puesto de manifiesto que las verduras producidas tanto en el invernadero del ICTA-UAB (ubicado en el campus UAB junto a la AP-7) como en otros huertos situados en áreas de alta densidad de tráfico en Barcelona, no están contaminadas por metales pesados, y que los niveles de níquel, arsénico, cadmio y plomo están muy por debajo de los límites permitidos por la legislación en materia alimentaria.
Aunque con retraso respecto a muchos puntos de Europa, donde esta agricultura alternativa es tradición desde hace décadas, España va ascendiendo peldaños. La Concellería de Medio Ambiente de Vigo desarrolla desde el año 2012 el programa ‘Huertas urbanas municipales en Vigo’ para facilitar la participación de sus ciudadanos en actividades de educación medioambiental y promover el aprendizaje del cultivo ecológico. Son ya más de 17.000 m2, con entre 300 y 400 usuarios al año.
Algo muy parecido ocurre en las islas Canarias. Las Palmas ha duplicado la superficie de su red de huertos urbanos para ofrecer a la ciudadanía 20.000 metros cuadrados de cultivos ecológicos, repartidos en unas doscientas parcelas y en cinco distritos.
Gestión de residuos y del agua
Para colectivos conservacionistas, con este tipo de iniciativas se fomenta la educación en valores, las relaciones humanas, el sentido de pertenencia a la comunidad así como buenas prácticas individuales y ambientales, como la gestión de residuos, el ahorro de agua o la recuperación de usos y costumbres tradicionales.
La Comunitat Valenciana es de las autonomías donde mayor arraigo tiene esta práctica agrícola. Consistorios como el de València ha reservado espacios en los nuevos desarrollos Urbanísticos junto a La Fe para dar respuesta a la amplia demanda ciudadana. En El Cabanyal, un proyecto impulsado por el colectivo Cabanyal Horta lucha contra la degradación y gentrificación a través de huertos urbanos como estrategia de resistencia contra un modelo urbanístico basado en la especulación, la privatización o el aislamiento de espacios y personas, recuerdan desde la Universitat de València.
En Alicante, mientras, la Red de Huertos urbanos de Alicante es un proyecto que surge desde la Asociación GRAMA (Grup de Recerca Agrícola Metropolitana d’Alacant) que pretende ser una útil herramienta para fomentar y consolidar las manifestaciones agrícolas dentro de las ciudades. Para muchos, se fomenta el asamblearismo y la toma de decisiones grupales, herramientas imprescindibles para avanzar hacia un nuevo modelo social y ambiental, con un cambio de hábitos alimentarios, un mayor conocimiento de lo que representa la soberanía alimentaria y la agroecología, la toma de conciencia sobre los graves impactos ambientales y en la salud del actual sistema productivo o su contribución a la mejora climática de las zonas dónde se localizan.
Barcelona, El Prat de Llobregat, Terrassa, Manlleu y Girona son algunos de los municipios catalanes donde los huertos urbanos llevan años proliferando. De hecho, el ayuntamiento de Girona no ha dudado en poner a disposición de diversas asociaciones la cesión de uso para utilizar parcelas municipales cultivables en las Hortes de Santa Eugènia.
El gobierno municipal de Palma también aprobó el año pasado nuevas bases para la explotación de las 126 parcelas de huertos urbanos, seis años después de haber caducado las actuales concesiones, que databan de 2011 con una posible prórroga de dos años.
En esa linea avanza también Murcia, donde la red de huertos de ocio municipales va a crecer en al menos 10.000 metros cuadrados y cinco parcelas más, que se sumarán a los 182 ya adjudicados, que se extienden por 17.800 metros cuadrados en barrios y pedanías. Oviedo, mientras, autorizó hace apenas medio año la adjudicación de los 45 huertos sociales en San Lázaro de Paniceres, en La Florida. Los beneficiarios podrán disfrutarlos hasta 2023.
Andalucía es, por autonomías, la que lidera el ranking. Municipios como Málaga, Mijas o Marbella cuentan con numerosos huertos urbanos. Tanto es así que sus responsables municipales se han visto obligados a regular las normas para poder acceder a estos enclaves en la desescalada de la pandemia. Una reclamación recurrente de sus usuarios en toda España, que ya no quieren renunciar a los beneficios de cultivar la tierra como antaño.
Buenas tardes alguien me puede informar si existe alguna asociación de hortelanos en defensa o ayuda a los hortelanos que nos vemos impotentes el acoso o presión que estamos recibiendo gracias