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El humo de un incendio forestal, más dañino que el de los coches

Un grupo de investigadores ha determinado que el humo expulsado al aire durante los incendios forestales puede ser hasta 10 veces más tóxico para la salud humana que el procedente del tráfico urbano. Ello es así por la diferencia en la composición química de las partículas emitidas por ambas fuentes.

La calidad del aire que respiramos es un factor tan determinante en la salud de la población que, si está contaminado, no solo puede estar relacionado con el desarrollo y agravamiento de enfermedades respiratorias o cardiovasculares crónicas, sino que puede influir en el propio índice de mortalidad de un territorio.

Las partículas finas conocidas como PM2,5 son uno de los agentes contaminantes de la atmósfera, tan etéreas que se mantienen en suspensión durante períodos prolongados y, al ser inhaladas, pueden acceder fácilmente a los bronquiolos e instalarse en los pulmones, así como en el torrente sanguíneo.

En cuanto a su origen, suelen asociarse a la actividad humana, como la industria y el tráfico rodado, especialmente en áreas metropolitanas con una densidad de población elevada. Sin embargo, este tóxico material particulado también pueden ser producido en procesos naturales, como la erupción de un volcán o un incendio forestal (aunque en este último caso también puede estar detrás la mano del hombre).

No obstante, hasta ahora siempre se había estimado la toxicidad de las partículas finas PM 2,5 únicamente en función de los niveles de concentración que presenta en el aire, estableciendo los umbrales que se consideran aceptables para preservar la salud humana, pero no se había tenido en cuenta el origen, es decir, las diferentes fuentes emisoras de estas partículas finas.

Incendio en Gran Canaria, en una imagen de archivo. Foto: AFP

Un estudio elaborado por investigadores del Instituto Scripps de Oceanografía y la Escuela Herbert Wertheim de Salud Pública y Ciencias de la Longevidad Humana de la Universidad de California, publicado en la revista Nature Communications, sostiene que sí existe una considerable diferencia entre la toxicidad de las partículas finas según su origen y pone el acento en los incendios forestales, a los que atribuye un “mayor potencial para causar inflamación y estrés oxidativo en el pulmón” que en el caso de las partículas ambientales urbanas.

Las conclusiones de la investigación sostienen que, con un aumento de 10 microgramos por metro cúbico de PM2,5 causado por una fuente emisora distinta al humo, subirían los ingresos hospitalarios por patologías respiratorias en un 0,76%, mientras que ese mismo incremento en las partículas finas generadas por los incendios forestales desencadenaría un aumento del 10% en esas admisiones hospitalarias. Por ello, la autora Rosana Aguilera destaca que asumir que todas las partículas de cierto tamaño son igualmente tóxicas puede ser “inexacto”.

Con estos resultados, los investigadores son taxativos: “Concluimos que el PM 2,5 específico de los incendios forestales es hasta 10 veces más dañino para la salud humana que el PM 2,5 de otras fuentes”. La explicación, aunque no está del todo consensuada, reside en las diferencias en la composición química existentes entre el humo de un incendio (con entre un 5% y 20% de carbono elemental y al menos un 50% de carbono orgánico) y las partículas ambientales, además de otros factores propios de los incendios forestales, como el tipo de árbol que se quema o la temperatura a la que se produce la combustión.

Los incendios aumentan el ozono troposférico

Por otro lado, el estudio subraya que los incendios forestales pueden incrementar las concentraciones de ozono troposférico, un contaminante secundario localizado en las capas más inferiores de la atmósfera y con una gran capacidad irritante de las vías respiratorias que puede desembocar en hospitalizaciones por enfermedades respiratorias.

Este estudio centra su análisis en el sur de California, concretamente en Santa Ana, una ciudad en la que al inicio del otoño se originan unos vientos muy secos que alcanzan su punto máximo en diciembre y se moderan en primavera. Estas rachas de viento, que aparecen justo después de un prolongado verano y antes de las primeras lluvias, desencadenan los incendios forestales más grandes en esta región, a los que se suman los de origen antropogénico.

Incendio en California (EE UU). Foto: Reuters

Debido a que los vientos de Santa Ana tienden a desplazar el humo de los incendios hacia las zonas costeras, son precisamente estas áreas las que mayores concentraciones de PM2,5 presentan, a lo que se suma un retraso en la llegada de las primeras lluvias del invierno debido a los efectos del cambio climático.

«A medida que las condiciones en el sur de California se vuelven más cálidas y secas, esperamos ver un aumento de la actividad de los incendios forestales. Este estudio demuestra que el daño debido al humo de los incendios forestales puede ser mayor de lo que se pensaba anteriormente, lo que refuerza la defensa de tener sistemas de detección temprana de incendios forestales así como los esfuerzos para mitigar el cambio climático», destaca Tom Corringham, coautor del estudio.

Fuente de referencia: https://www.nature.com/articles/s41467-021-21708-0

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Ana I. Montañez

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