Ecosistemas marinos en peligro. El aumento de la temperatura del agua del mar y también su acidificación están afectando a las colonias de corales superficiales y de gorgonias. Colocar la lupa en los fondos ha servido para detectar el enorme impacto que la desaparición de algunas especies está provocando en los hábitats autóctonos y el avance de invasoras exóticas de origen subtropical.
Paulatina pérdida de color, primero. Después, y de forma inexorable, necrosis. El aumento de la temperatura del mar está provocando el blanqueamiento de los corales y su muerte en todo el planeta, no sólo en la mítica Gran Barrera, frente a las costas australianas. El patrón se repite en el Atlántico, pero también en el Cantábrico y en todo el Mediterráneo, un litoral especialmente vulnerable al calentamiento global. Los científicos han colocado la lupa en los fondos marinos y los datos no invitan al optimismo. Las investigaciones confirman que el aumento del dióxido de carbono ha sido absorbido por los océanos, cambiando la composición química y la acidez de las aguas, lo que se traduce en una alteración de todos los ecosistemas.
El calentamiento del mar provoca un estrés en la mayoría de los organismos vivos. En el caso de los corales, causa la expulsión de las algas simbiontes (o zooxantelas) que viven en ellos y que les dan color. El paso siguiente es que los tejidos pierden su pigmentación característica y se vuelven blanquecinos. La muerte no tarda en llegar. Océanos y mares son cada vez más cálidos, y al no tratarse de un fenómeno puntual sino permanente, la necrosis de los corales es imparable. Al morir el tejido vivo del animal, el esqueleto de carbonato cálcico queda desnudo.
En Galicia llevan décadas estudiando cómo afecta el grado de PH a los arrecifes de corales de aguas frías, que viven a más de 3.000 metros de profundidad. En menos de cuarenta años se estima que más del 60% de esas poblaciones se encontrarán viviendo en enclaves corrosivos imposibles para sus estructuras calcáreas. Así lo advertía hace un año un estudio del Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo (CSIC) publicado en la revista Nature. También la Fundación Oceana Europa ha lanzado la voz de alerta sobre los corales negros del Cantábrico, particularmente sensibles al cambio climático porque, al encontrarse en zonas gélidas, absorben más rápidamente los gases contaminantes.
Los fondos marinos, bajo la lupa
El estudio parte de los datos recogidos cada dos años en campañas transoceánicas desde 2002, donde se han analizado las condiciones fisicoquímicas de las aguas del Atlántico norte, de Portugal a Groenlandia. En cuanto al Mediterráneo, el Instituto de Ecología Litoral, la Universitat d’Alacant y la Universidad Católica certificaron la afección de los corales Cladocora caespitosa y Oculina patagonica en las reservas marinas de Tabarca, Serra d’Irta y cabo de Sant Antonio.
El estudio, encargado por la Generalitat, ha tenido su continuidad después a través del IEL y el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica. Esta vez con un despliegue de cámaras y sensores en las zonas de Ifach, Serra Gelada, litoral de la Marina Baja y Cabo de las Huertas.
Tras un seguimiento a 307 colonias, los resultados preliminares evidencian que el 78% de las mismas se encontraba afectada por el blanqueamiento, signo de un debilitamiento que acaba desembocando en la muerte final. Al tratarse de zonas protegidas y por tanto no afectadas por obras costeras, dragados, aguas residuales, contaminación industrial, regeneración de playas o la erosión producida por la pesca de arrastre y las artes fijas, las reservas marinas son un «excelente laboratorio» para estudiar los efectos del cambio climático. La disminución de las especies autóctonas se traduce, automáticamente, en el avance de exóticas invasoras de origen subtropical. Estas otras especies constituyen un nuevo peligro asociado de enorme impacto.
«La pérdida de cualquier especie causa un efecto cascada en los ecosistemas»
Los científicos temen que en 30 años pueda desaparecer casi el 90% de los ecosistemas coralinos
«La pérdida de cualquier especie marina suele conllevar desarreglos en el funcionamiento de un ecosistema, un efecto cascada. Son reemplazadas por otras especies a menudo de carácter exótico o invasor, lo que a su vez provoca otros desarreglos», señala Juan Guillén, jefe del departamento de investigación del Instituto de Ecología Litoral. Muchos de estos cambios son incluso desconocidos a nivel científico en la actualidad, admite Guillén. En el caso de las gorgonias o abanicos de mar, además, alerta de que «hay un conjunto de pequeñas gambitas y moluscos que viven sobre ellas, y al desaparecer éstas ponen en peligro de extinción a esa microfauna».
Los corales sirven de alimento a diferentes peces y moluscos, a la vez que facilitan protección contra sus depredadores naturales. Y son un componente «esencial» en el Mediterráneo, tal como explica Guillén. «Algunas de sus poblaciones están casi extintas, como es el caso del coral rojo (Corallium rubrum), pero otras, al no ser objeto de explotación comercial, se han mantenido en mayor número», argumenta.
Con sensores de temperatura y PH, el Instituto de Ecología Litoral lleva a cabo un pormenorizado seguimiento de las distintas colonias y su evolución en aguas del Mediterráneo. También se han cartografiado y evaluado las formaciones de vermétidos (caracoles de mar), y se han identificado aquellos sectores de la costa donde estas poblaciones se muestran más vulnerables al cambio climático, en concreto a la subida del nivel de mar y a otros fenómenos asociados, como es un excesivo desarrollo algal que pueda provocar asfixia, señalan los expertos.
Los corales sirven de alimento a peces y moluscos, a la vez que facilitan protección contra depredadores
Los científicos han llegado a la conclusión de que para el año 2050 casi el 90% de estos ecosistemas de corales, que a su vez proporcionan hábitat al 25% de las especies marinas, podrían desaparecer. En 1998 se registró el primer blanqueamiento global y murieron aproximadamente el 16% de las colonias en el mundo entero. El más reciente sucedió entre 2015 y 2016, focalizado en un punto en las Maldivas donde tres cuartos de los corales se blanquearon y en el norte de la barrera de coral en Australia, con la muerte de dos tercios.
Un estrés letal
«El estrés producido por un sobrecalentamiento de las aguas provoca la expulsión de las algas simbiontes que estos animales tienen en sus tejidos por lo que acaban perdiendo su coloración característica y se vuelven blanquecinos», comenta Guillén. Las madréporas y las gorgonias, asegura, tienen la capacidad de regenerarse «pudiendo sobreponerse a estos fenómenos, si son puntuales, pero cuando estos son periódicos y prolongados, suelen provocar su muerte». El foco está puesto especialmente en la Cladocora caespitosa, incluida dentro del Listado de Especies en régimen de protección especial, debido al retroceso de sus poblaciones por el aumento de la temperatura.
Hacer un comentario