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¿Se puede capturar con máquinas el CO2 de la atmósfera?

El CO2 de la atmósfera se captura de forma natural mediante los llamados grandes sumideros de carbono, que fundamentalmente son los bosques y los océanos. Pero, dado que la cantidad de dióxido de carbono que hay en la atmósfera es cada vez más grande y los sumideros naturales empiezan a estar ya saturados, la humanidad busca nuevas formas de capturar ese CO2. ¿Cómo? Mediante máquinas.

Ya hay varias empresas en el mundo que están instalando grandes conjuntos de turbinas que se dedican a filtrar del aire el CO2 para retenerlo en depósitos o inyectarlo en el suelo.

Ahora, un grupo de científicos han investigado hasta qué punto es eficiente ese sistema, que es visto con desconfianza por las organizaciones conservacionistas, por las ingentes cantidades de aire que deberían tratarse para poder recolectar cantidades significativas de CO2.

La investigación ha sido llevada a cabo por científicos del Instituto Paul Scherrer (PSI) y del ETH Zurich, de Suiza, y ha dado como resultado que mediante una cuidadosa planificación (sobre todo a la hora de elegir la ubicación y el suministro de energía necesaria para estos sistemas), el CO2 se puede eliminar de una manera efectiva. Los resultados se exponen en la revista Environmental Sciencie & Technology.

Sistema de captura de CO2 del aire en Suiza. Foto: Climeworks

La captura directa de carbono en el aire (DACCS en inglés) es una tecnología relativamente nueva y, por ello, estos científicos querían comprobar la utilidad de este procedimiento.

De este modo, han estudiado un total de cinco instalaciones diferentes para capturar CO2 del aire existentes en ocho ubicaciones diferentes en el mundo, entre ellas España. El resultado es que, dependiendo de la combinación de tecnología utilizada y el emplazamiento específico, se puede llegar a eliminar del aire hasta un 97% del carbono.

Para separar el CO2 de la atmósfera, primero se introduce el aire en un mecanismo llamado absorbente, con la ayuda de potentes ventiladores. El CO2 permanece allí hasta que, posteriormente, entra en una segunda fase, llamada desorción, donde el dióxido de carbono se libera nuevamente del absorbente, quedando listo para su almacenamiento.

Dependiendo de la configuración del absorbente, el proceso se desarrolla a temperaturas o bien muy altas, de hasta 900 grados centígrados, o bien relativamente bajas, de 100 grados.

Ahora bien, además de la energía requerida para la producción e instalación de los equipos, el funcionamiento de los potentes ventiladores y la generación del calor requerido para los procesos generan a su vez emisiones de gases de efecto invernadero.

Por ello, es preciso tener cuenta hasta qué punto es eficiente el sistema para saber si la captura realizada compensa las emisiones generadas.

“El uso de esta tecnología solo tiene sentido si las emisiones producidas son significativamente más bajas que las cantidades de CO2 que ayuda a capturar”, afirma Tom Terlouw, primer autor del estudio.

En su investigación, los expertos centraron sus trabajos en el sistema que tiene instalado la empresa suiza Climeworks, que trabaja con el proceso de alta temperatura. Además, los investigadores de PSI analizaron el rendimiento de esta tecnología en ocho ubicaciones diferentes del mundo: Chile, Grecia, Jordania, México, España (Tabernas), Islandia, Noruega y Suiza.

Para cada ubicación, calcularon las emisiones totales de gases de efecto invernadero generadas durante todo el ciclo de vida de una planta. Por ejemplo, compararon la eficiencia del proceso cuando la electricidad procede de energía solar o bien de la red eléctrica convencional.

Resultados: del 9% al 97% de eficacia

La eficiencia obtenida en estos ocho emplazamientos y los cinco sistemas usados en cada uno ha resultado ser muy variable en cuanto a la captura de CO2. Mientras que en algún caso solo se ha llegado al 9% de eliminación de gases de efecto invernadero mediante esta técnica, en otros ha llegado al 97%.

La conclusión es que “las tecnologías de captura de CO2 son solo complementarias a una estrategia global de descarbonización, pero no pueden reemplazarla”, según Christian Bauer, coautor del estudio.

“En todo caso, pueden ser útiles para lograr los objetivos definidos en el Acuerdo de París sobre el cambio climático, porque ciertas emisiones, por ejemplo, de la agricultura, no se pueden evitar”. Por tanto, añade, un objetivo de emisiones netas cero solo podrá lograrse con la ayuda de tecnologías adecuadas.

Turbinas captadoras de aire. Foto: Climeworks

Los ecologistas no otorgan mucha credibilidad a estas instalaciones. En España, Paco Ramos, de Ecologistas en Acción, afirma a Verde y Azul: «El problema es la dispersión. Para atrapar ocho millones de toneladas de CO2 de la atmósfera se tendrían que procesar 20.000 millones de toneladas de aire», puesto que la mayor parte de él es nitrógeno. Esos proyectos, por tanto, «son de una inviabilidad absoluta», asegura.

Hay un segundo sistema de captura mecánica del CO2, que se produce directamente en las instalaciones industriales que lo emiten (como centrales eléctricas). Un sistema se encarga de retener ese CO2 antes de que salga por las chimeneas y luego es almacenado en el suelo.

La captura en las mismas centrales térmicas es algo más eficiente, según Ramos, y se ha implantado en muchos sitios, pero «así y todo para capturar ocho millones de toneladas de dióxido de carbono hay que tener una máquina que capture 80 millones de toneladas de aire». «Habría que construir miles de estas máquinas para que se notara su efecto», asegura.

Es, además, un proceso costoso, por lo que Ramos recuerda: «El único método viable de captura es el que realizan los árboles y los mares; ellos son los que han mantenido el equilibrio hasta ahora».

Estudio de referencia: https://www.dora.lib4ri.ch/psi/islandora/object/psi%3A38388/datastream/PDF/Terlouw-2021-Life_cycle_assessment_of_direct-%28published_version%29.pdf

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Joan Lluís Ferrer

Joan Lluís Ferrer Colomar (Ibiza, 1967) es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad del País Vasco (UPV-EHU). Desde 1988 ha ejercido el periodismo en prensa, radio y televisión en Bilbao, Catalunya y Baleares. Especializado en información ambiental, desde 2019 coordina la sección Crisis Climática en los periódicos de Prensa Ibérica. Desde 2020 dirige Verde y Azul, el canal de medio ambiente de Prensa Ibérica y Grupo Zeta.

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