Según informa hoy el diario inglés ‘The Guardian’, el Reino Unido está estudiando la posibilidad de adelantar 10 años, de 2040 hasta el 2030, la prohibición de que se fabriquen nuevos vehículos de combustibles fósiles, es decir¡, de gasolina y diésel.
El objetivo de esta prohibición sería acelerar el despliegue de vehículos eléctricos en las carreteras británicas, como uno de los pasos que están analizando para orientar a unos objetivos verdes la recuperación económica que será necesaria tras la pandemia del coronavirus.
Según el rotativo, el gabinete de Boris Johnson está estudiando un conjunto de nuevas políticas de energía limpia que confían acordar esta misma semana, y el cambio generalizado y obligatorio a los vehículos eléctricos sería la medida estrella.
El anuncio de las medidas no está previsto hacerlo hasta que la situación sanitaria del país esté más relajada y los casos de coronavirus no sean el único y principal objetivo de todo el gobierno.
En el estudio de esta medida, que ha sido dialogada con los principales actores involucrados en este mercado, la idea es adelantar incluso el ambicioso 2035, que estaba en estudio previamente, y convertirse así en uno de los países más ambiciosos en esta materia tan sensible para el cambio climático.
Al parecer Boris Johnson tiene las garantías de que la infraestructura del Reino Unido estará lista en esa fecha para hacer frente al cambio a los coches eléctricos, y de esta manera se adelantaría a Francia, que tiene prevista la prohibición para 2040, y se pondría en línea con Alemania, Irlanda y Países Bajos, que manejan la misma fecha de 2030 para acabar con la fabricación de coches diésel y gasolina.
Quedaría por delante Noruega, que mantiene el 2025 como fecha objetivo para terminar con los coches de combustible fósil.
Con el respaldo de los asesores
Este plan está realizado conjuntamente con el equipo de asesores oficiales del gobierno en el Comité de Cambio Climático, y se espera que vaya acompañado de otras medidas que permitan convertir a la economía británica en una economía neutral en carbono a mediados de siglo, tal y como se pretende recoger en el esperado ‘Libro Blanco de la Energía’, que tras varios retrasos tiene previsto ver la luz a finales de año.
Entre las medidas que se sumarán a la de los coches está el apoyo previsto a la naciente industria del hidrógeno limpio, cuyo objetivo fundamental sería reducir las emisiones de carbono de los hogares y la industria pesada.
Y no se descarta que incluyan también un decidido apoyo para la puesta en marcha de pequeños reactores nucleares modulares, aunque el gobierno se declara convencido de que la red eléctrica británica tiene la capacidad necesaria para hacer frente a la cantidad de coches prevista, con la demanda de electricidad que ello supone.
La empresa británica de electricidad y gas, ‘National Grid’, ha calculado que sería necesario incrementar en un tercio la producción de energía eléctrica, ya que ese es el incremento de la demanda que supondrá electrificar todo el transporte por carretera, según sus cálculos.
Y la empresa con sede en Londres considera que “la red lo podría hacer fácilmente”. Y Greame Cooper, director a cargo del proyecto de vehículos eléctricos de National Grid, explicaba a The Guardian que en los períodos de máxima necesidad, como las primeras horas de la noche, el aumento de la demanda de electricidad podría crecer en un 10% si, como es previsible, la gran mayoría de los conductores deciden cargar sus coches justo a esas horas.
Lo que sí haría falta en Reino Unido es una inversión importante para garantizar que haya lugares adecuados donde los conductores puedan acceder, fuera de sus casas, a cargadores de alta potencia.
En cualquier caso, el gobierno de Boris Johnson ya ha dejado caer que 2030 es una fecha ambiciosa, pero alcanzable, y que “daría una nueva vida a la industria automotriz británica, a la vez que combate la degradación del clima y limpia el aire que ya contamina peligrosamente muchos de nuestros pueblos y ciudades”.
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