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Cómo diseñar una agricultura frente el cambio climático

Un proyecto en el que participa la Universidad de Córdoba marca las directrices para lograr una agricultura que, por un lado, sea más resistente al cambio climático y, por otro, evite agravar este fenómeno. La reducción del laboreo de tierras, la rotación de cultivos y la siembra directa, así como recortar los insumos son algunas de las fórmulas. Los primeros datos obtenidos arrojan resultados muy notables.

La agricultura es la cuarta emisora de gases de efecto invernadero en la Unión Europea, con un 9,9% del total, según la Agencia Europea de Medioambiente. Y el hecho de que se vea afectada drásticamente por el cambio climático la convierte a la vez en víctima y culpable del exceso de CO2 en la atmósfera. El empleo de buenas prácticas agrícolas permite reducir la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Además, los científicos han comprobado que se puede “secuestrar” carbono en el suelo, aumentando su materia orgánica, lo que permite mitigar el cambio climático y avanzar en la sostenibilidad del sector.

El proyecto LIFE+ ‘Clim Agri–Best agricultural practices for Climate Change: Integrating strategies for mitigation and adaptation’, más conocido como ‘Clim Agri’, en el que participa la Universidad de Córdoba, aborda la problemática del cambio climático en el sector agrario, y más concretamente en los regadíos de la cuenca del Mediterráneo, al contemplar la utilización conjunta de prácticas de mitigación y prácticas de adaptación.

También ofrece soluciones para paliar la grave erosión que sufren los suelos agrícolas, directamente relacionada con bajos contenidos en materia orgánica, con técnicas que además cumplen con la necesidad de reducir las emisiones de gases invernadero.

Durante cuatro años se han experimentado prácticas sostenibles de agricultura de conservación, unidas a técnicas de precisión, en cultivos de regadío en una red de 12 fincas de España, Italia, Grecia y Portugal, siendo la de referencia la finca experimental del Campus de Rabanales, en Córdoba, donde se cultivó maíz y algodón.

Foto: Pixabay

Reducir el laboreo y hacer siembra directa

Combinando técnicas basadas en el mantenimiento de los restos de las cosechas, que protegen y nutren el suelo de los cultivos extensivos, la rotación de cultivos y evitar el laboreo –apostando por la siembra directa– se verificó que estas estrategias ayudan a evitar la erosión del suelo, y luchan contra el cambio climático, aumentando el contenido de materia orgánica de los campos de cultivo.

Pero el proyecto ha permitido comprobar también que disminuyendo el laboreo y las emisiones de los tractores y con un uso más eficiente con técnicas de precisión de los insumos, se reducen los costes de cultivo y se logra un sistema más sostenible económica y ambientalmente. Se obtienen suelos más fértiles que mantienen las producciones y optimizan los costes de producción, por lo que aumenta su beneficio económico.

Aplicar este sistema, más eficiente desde el punto de vista energético, contribuye a mitigar los efectos negativos del cambio climático, creando un equilibrio entre el carbono que se emite y el que se “secuestra”, lo que permite bajar a la agricultura del ranking de emisores de gases de efecto invernadero.

Olivar de la Universidad de Córdoba

Emilio Jesús González, coordinador del proyecto Clim Agri; el profesor Jesús Gil Ribes, investigador principal y responsable en la UCO, y el investigador Francisco Márquez, han explicado que el proyecto ha tenido “muy buen impacto” tanto a nivel de campo como a nivel político, puesto que se han establecido medidas dentro de los programas de desarrollo rural que han conseguido logros notables: “Reducir un 12% los costes de cultivo, aumentar un 63% la eficiencia energética y un 57% la productividad energética, y reducir un 32% el CO2 que se emite en las labores agrícolas”, han apuntado.

Proteger el suelo para evitar la erosión

Clim Agri se ha centrado “especialmente” en el problema de la erosión, paso previo a la desertificación, e íntimamente relacionado con el cambio climático, a juicio del equipo científico responsable del proyecto.

La protección del suelo es “fundamental” para luchar contra el cambio climático y las cifras en torno a la erosión son “un hándicap importante, especialmente en Andalucía, donde el deterioro de los suelos es mayor que en el resto de España y de Europa”, han indicado los investigadores.

Las cubiertas vegetales en los cultivos leñosos y la siembra directa en los extensivos permiten reducir la erosión en un 90%, y también las escorrentías. De ahí que los científicos señalen que no labrar protege el suelo, reduce las emisiones, “secuestra” carbono y aumenta la materia orgánica del suelo y, en consecuencia, su fertilidad.

“Este nuevo paradigma agrícola pasa por convencer a los agricultores para que asuman las nuevas prácticas, sin que eso suponga una merma de la rentabilidad”. De ahí que se centren en generar nuevos modelos para reducir los costes de producción.

Además, quienes se decidan por este nuevo modelo agrícola se podrán favorecer de los nuevos ‘ecoesquemas’ creados en el seno de la nueva Política Agraria Común (PAC), que incentivan con subvenciones las prácticas que contribuyen al cuidado del planeta.

Aprovechando todos esos conocimientos, los responsables del proyecto Clim Agri, que cuenta con un presupuesto de 2,25 millones de euros, han elaborado un catálogo de buenas prácticas para mitigar el cambio climático. Esas prácticas, cuya eficacia se ha demostrado experimentalmente, son:

1.Uso de cubierta vegetal permanente de los suelos.

2.Mínima alteración del suelo.

3.Rotación de cultivos.

4.Optimización en el uso de agroquímicos y su adecuado manejo.

5.Uso de tecnologías avanzadas.

6.Implantación de estrategias de riego deficitario.

7.Consideración conjunta de prácticas agronómicas, técnicas y económicas en el riego.

8.Siembra de las lindes.

9.Creación de estructuras de retención o zonas tampón para evitar las escorrentías.

10.Medidas para fomentar la biodiversidad.

Proyecto LIFE+ ClimAgri: http://www.uco.es/internacional/proyectosinternacionales/wp-content/uploads/2021/05/climagri_espa%C3%B1ol.pdf

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Ramón Díaz

Ramón Díaz Alonso (Llanes, Asturias; 1962). Trabaja desde 1990 en La Nueva España, primero como corresponsal en la comarca oriental de Asturias, después como responsable de la edición del oriente de Asturias y desde 2017 en la sección de Asturias, especializado en información política, de infraestructuras y ambiental. Colabora desde enero de 2021 con Verde y Azul, el canal de medio ambiente de Prensa Ibérica y Grupo Zeta. Es coautor de varias publicaciones de la Asociación Asturiana de Periodistas y Escritores de Turismo (ASPET).

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