‘El secreto de Ibosim’, una película que muestra los sentimientos más profundos del ser humano, es la primera rodada con emisiones cero, gracias a una planificada labor de producción para evitar cualquier huella de carbono. El autor de este milagro es su director, Miguel Ángel Tobías.
Miguel Ángel Tobías (Baracaldo, 1968) es director de cine y fundador de la productora Acca Media. Desde hace más de una década, dedica parte de su trabajo para dar voz a historias que “merecen ser contadas” y crear consciencia social en aquellas personas que viven en el “lado amable del mundo”.
Su “misión de vida” es contribuir a la construcción de una sociedad más justa, más igualitaria y, también, más sostenible a través del medio que mejor maneja, el audiovisual, también uno de los más contaminantes. En este sentido, su último gran reto ha sido la dirección y producción de la primera película del mundo íntegramente sostenible y con huella de carbono cero, El Secreto de Ibosim (2020), presentada al público por primera vez en el Festival de Cine de Málaga, y que cuenta una historia de sentimientos, de dignidad y de humildad, centrada en la isla de Ibiza.
Quizás este 2021 acabe con más producción audiovisual sostenible propulsada por este director, que se encuentra inmerso en los preparativos del rodaje de una webserie, Sliving, que recorrerá el país mostrando proyectos de personas anónimas, conocidas, empresas e instituciones decididas a apostar por un futuro en verde. “Va a ser el proyecto audiovisual más grande que se haya hecho en España relacionado con la sostenibilidad”, vaticina Tobías.
Te defines como un luchador por los derechos humanos, contra el cambio climático y a favor de la sostenibilidad. ¿Los pilares del futuro?
Me defino así pero no es una declaración de intenciones, porque es una frase, es decir, cualquiera podría decirlo. En mi caso, llevo ya doce años desde que sucedió el terremoto de Haití, donde rodé un documental que se titula Sueños de Haití, el único documental que existe en el mundo en los días del terremoto. Es un proyecto para generar conciencia social, para que entendiéramos que los que tenemos posibilidades por vivir en el lado amable del mundo tenemos la obligación de ayudar a los que no lo están. Cada año, desde hace doce, he realizado un proyecto de estas características, solidario y benéfico. Además, estos proyectos se financian a fondo perdido, por lo que sirven también para recaudar fondos para causas sociales por todo el planeta. Realmente no hay otro camino, creo que estamos en la última frontera que nos puede llevar a un mundo sostenible para el planeta y para las personas, o a la destrucción de la especie humana.
Sobre El Secreto de Ibosim, hay un salto ¿no? No solo te planteas que cuente un mensaje que conciencie, sino que ‘entras’ dentro de esa concienciación para hacer una película sostenible y con huella de carbono cero.
Con la potencia que el cine tiene, quería contar una historia de la necesidad de cuidar el planeta y de las personas, de que volvamos a recuperar nuestros orígenes… por eso la película habla de la dignidad del ser humano, de la solidaridad, de la amistad, de lo que es el amor verdadero, del daño que nos hacemos a nosotros mismos y al planeta por culpa de la ambición desmedida. Y cuando estaba escribiendo el guion, empecé a fantasear con la idea de ir un paso más allá, ¿por qué no? Nadie lo había hecho nunca. Me planteé que el reto que me está pidiendo la sociedad es que, además de contar una historia, teníamos que hacer que todo el proceso de la propia producción del proyecto fuera sostenible. Lo hablé con mi equipo y empezamos a analizar las posibilidades. La propia producción de la película ya es un mensaje: que esto se puede, que es posible. No es lo mismo decirle a la gente lo que tiene que hacer que predicar con el ejemplo. Hemos llevado la sostenibilidad de la película hasta donde la tecnología nos ha permitido, por eso todos los coches de producción de la película fueron eléctricos, la ropa de los actores era ecológica o de segunda mano, la comida ecológica y de proximidad… no se construyeron decorados, lo cual dificulta mucho el rodaje de una película y lógicamente la encarece. Hubo muchísimos otros parámetros, como la sustitución de los plásticos por material reciclable; que no se desperdiciara comida, los catering se reponían después se que hubiera terminado hasta el último bocadillo.
¿Requiere una mayor planificación un rodaje verde que un rodaje al uso?
Ha sido un trabajo enorme. Producir una película solamente con vehículos eléctricos… solo el diseño de producción del movimiento de todos los vehículos para trasladar equipo técnico y humano durante todo el día ya requería un esfuerzo enorme. Se trataba de que no se quedasen tirados por ahí y que pudieran dar servicio a toda la producción. Eso en sí mismo ha sido un mundo, y esto multiplicado por cada uno de los conceptos. Por tanto, el rodaje se ralentiza, necesitas más horas para rodar lo mismo y necesitas más presupuesto para grabar lo mismo.
Después de esta experiencia con El secreto de Ibosim, ¿seguirás este camino del cine sostenible?
Inevitablemente, una vez que has hecho un proyecto de estas características, mi compromiso es absolutamente firme con la sostenibilidad. Pero también, siendo muy sincero, espero que este esfuerzo que hemos hecho con El Secreto de Ibosim también tenga su recompensa en forma de aceptación, de reconocimiento del proyecto, porque sería muy injusto que estés haciendo un esfuerzo de este nivel y luego a la industria cinematográfica, los distribuidores, las televisiones, las instituciones… les dé igual, porque entonces estarías jugando en desigualdad de condiciones. Espero poder seguir haciendo proyectos de estas características porque sigan recibiendo apoyo y que esto, a su vez, anime a que un mayor número de productores y directores se sumen a este carro.
¿Crees que la industria audiovisual empieza a tomar conciencia del impacto medioambiental que puede llegar a provocar durante las grabaciones?
Sinceramente, yo creo que ahora mismo no. Creo que lo que hemos hecho es justamente abrir ese camino de conciencia de la industria cinematográfica. Aunque es verdad que hay un esfuerzo mayor, tenemos una responsabilidad como una de las grandes industrias, desde el punto de vista económico y empresarial a nivel mundial, pero también por la capacidad de influencia que tiene el cine, los documentales, las series… y por tanto, no es solo contar historias bonitas de sostenibilidad para decirle al mundo por dónde deberíamos caminar y cómo deberíamos hacerlo, sino que nosotros mismos deberíamos ser ejemplo de eso. De ahí el valor de El Secreto de Ibosim, de este proyecto pionero que tiene que ir despertando y abriendo esa conciencia.
En cuanto al poder educador o la influencia que tiene la gran pantalla sobre los espectadores. ¿Hasta qué punto puede contribuir el cine a generalizar buenas prácticas ambientales a una población masiva?
Eso para mí es tan claro que cuando hace 16 años cuando monté mi productora audiovisual Acca Media, lo hice con el convencimiento de que el audiovisual es el motor más potente para cambiar el mundo. Somos seres imitadores, como monos, y la realidad es que nos vestimos, hablamos, pensamos, comemos, opinamos… en función de lo que vemos a través de las pantallas del cine, de la televisión, de la publicidad, hoy día también de internet. Por tanto, me doy cuenta que tenemos una responsabilidad enorme en construir una sociedad más sostenible, lo podemos hacer a través del audiovisual. Este es mi compromiso y por eso me dedico a ello. Dirigir no es solo un trabajo, producir no es solo un trabajo… en realidad, yo me he tomado esto como una misión de vida y lo que trato, humildemente, es de aportar mi granito de arena con mis proyectos para ir cada vez a una sociedad más humana, más justa, más igualitaria y más sostenible.
Un granito de arena para contribuir a repensar toda una estructura, ¿no? Ya no solamente en los rodajes que tienen un gran impacto pero también en la propia forma de la industria, de cómo vamos al cine, de cómo son las salas, desde la bebida que nos tomamos en un vaso de cartón, con una tapa, con una pajita… todo esto tiene mucha tela que cortar.
Efectivamente, en la medida que vayamos generando conciencia, lo que configura toda la industria, y eso tiene que ver por supuesto con los exhibidores, con las grandes empresas que se dedican a surtir los cines con la propia comida y bebida… creo que cada vez el público lo va a ir demandando más, que acabaremos llevando nuestros propios recipientes de vidrio y, en vez de comprar bebidas envasadas en plásticos, nos rellenaremos nuestros envases y esto irá contribuyendo no solo a lo que ves en la pantalla, sino a que nuestra acción como propios espectadores esté completamente inmersa en este concepto de que es responsabilidad de todos.
Sin planeta no habrá más películas, ¿urge reinventarse ya por parte de la industria y por parte del espectador?
Es verdad que sin planeta no hay películas. Desgraciadamente para nosotros, y la pandemia nos lo vuelve a demostrar, en este camino vamos a destruir antes nuestra especie que el planeta, que esto no lo dude nadie. Por lo tanto, es el momento de actuar, todos los indicadores, todos los expertos nos dicen que ya vamos tarde.
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