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Derroche alimentario: el 17% de la comida va a la basura

Casi una quinta parte de toda la comida del mundo acaba en los cubos de basura de las casas, los restaurantes y otros servicios de alimentación, según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). El derroche alimentario es un problema mundial, no solo de los países ricos.

Supone una pérdida de recursos, tiempo y dinero. Y daña gravemente al medio ambiente: genera cerca de la décima parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, según el estudio, que concluye que reducir el desperdicio de alimentos en los comercios minoristas y en los hogares resultaría “muy beneficioso para las personas y para el planeta”.

Los datos impresionan: unos 931 millones de toneladas de alimentos, un 17% del total de alimentos disponibles para los consumidores en 2019, fueron a parar a los cubos de basura de los hogares, los minoristas, los restaurantes y otros servicios alimentarios, según la investigación de la ONU, realizada para apoyar los esfuerzos mundiales para reducir a la mitad el desperdicio de alimentos en 2030, tal y como recoge el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 12.3, sobre producción y consumo responsable.

Foto: Pixabay

El peso de los alimentos desperdiciados cada año equivale aproximadamente al de 23 millones de camiones de 40 toneladas completamente cargados, que circulando uno detrás del otro darían siete vueltas a la Tierra, según las cuentas de la ONU.

La investigación sobre el índice de desperdicio de alimentos 2021, elaborado por el programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la organización no gubernamental asociada WRAP, analiza el desperdicio de alimentos que se registra en los comercios minoristas, los restaurantes y los hogares, contando tanto los alimentos como las partes no comestibles (huesos, cáscaras…).

Sobre todo, en los hogares

El informe concluye que en casi todos los países estudiados (54) el desperdicio de alimentos era considerable, independientemente del nivel de ingresos. Muestra también que la mayor parte de este desperdicio procede de los hogares, que desechan el 11% del total de los alimentos disponibles en la fase de consumo de la cadena de suministro.

Los servicios de alimentación y los comercios minoristas desperdician un 5% y un 2%, respectivamente. A nivel global, cada año se desperdician 121 kilogramos de alimentos por persona, de los cuales 74 kilogramos se desechan en los hogares.

“El desperdicio de alimentos tiene importantes repercusiones medioambientales, sociales y económicas”, alerta la ONU. “Por ejemplo, en un momento en el que la acción climática sigue estando rezagada, entre el 8% y el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero están asociadas a los alimentos que no se consumen”, añade.

“El desperdicio de alimentos implica todos los impactos ambientales de la producción sin ninguno de los beneficios de las personas que se alimentan”, subraya Naciones Unidas, que considera que con la “inseguridad alimentaria generalizada para muchos cientos de millones en todo el mundo”, abordar el desperdicio de alimentos es “una cuestión fundamental para crear sistemas alimentarios de bajo impacto, saludables y resilientes”.

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«Reducir el desperdicio de alimentos reduciría a su vez las emisiones de gases de efecto invernadero, frenaría la destrucción de la naturaleza por la conversión de tierras y la contaminación, aumentaría la disponibilidad de alimentos y, por tanto, reduciría el hambre y ahorraría dinero en un momento de recesión mundial», destaca Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA.

«Si queremos tomarnos en serio la lucha contra el cambio climático, la pérdida de la naturaleza y la biodiversidad, y la contaminación y los residuos, las empresas, los gobiernos y los ciudadanos de todo el mundo tienen que poner de su parte para reducir el desperdicio de alimentos”, dice Andersen.

El objetivo es ahora reducir en un 50% el desperdicio de alimentos de los consumidores en 2030. “Con 690 millones de personas afectadas por el hambre en 2019, una cifra que se espera que aumente considerablemente con el covid-19, y 3.000 millones de personas que no pueden permitirse una dieta saludable, los consumidores necesitan ayuda para reducir el desperdicio de alimentos en casa”, advierte la ONU.

Naciones Unidas aboga porque los estados aumenten su “ambición climática”, incluyendo los residuos de alimentos en las contribuciones determinadas a nivel nacional para el Acuerdo de París. Y que al mismo tiempo refuercen“la seguridad alimentaria” y reduzcan “los costes para los hogares”. Todo ello hace que la prevención del desperdicio de alimentos sea también “un área primordial para incluir en las estrategias de recuperación del covid-19”.

Las conclusiones del informe han venido a modificar la creencia de que el desperdicio de alimentos en el hogar era un problema importante sólo en los países desarrollados, y que en los países en desarrollo concentraban las pérdidas de producción, almacenamiento y transporte.

“Con la publicación del informe del Índice de Desperdicio de Alimentos, vemos que las cosas no están tan claras”, apunta Marcus Gover, director general de WRAP, que insiste en que la lucha contra el desperdicio de alimentos debe ser “una prioridad para los gobiernos, las organizaciones internacionales, las empresas y las fundaciones filantrópicas”.

Para aprovechar el informe, el PNUMA pondrá en marcha grupos de trabajo regionales que ayudarán a capacitar a los países para medir el desperdicio de alimentos para la próxima ronda de informes del ODS 12.3, a finales de 2022.

El grupo de trabajo también apoyará a las nacionesa progresar hacia el cumplimiento del objetivo de 2030, y a diseñar estrategias nacionales para prevenir el desperdicio de alimentos.

Informe sobre el desperdicio de alimentos (en inglés): https://wedocs.unep.org/bitstream/handle/20.500.11822/35280/FoodWaste.pdf

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Ramón Díaz

Ramón Díaz Alonso (Llanes, Asturias; 1962). Trabaja desde 1990 en La Nueva España, primero como corresponsal en la comarca oriental de Asturias, después como responsable de la edición del oriente de Asturias y desde 2017 en la sección de Asturias, especializado en información política, de infraestructuras y ambiental. Colabora desde enero de 2021 con Verde y Azul, el canal de medio ambiente de Prensa Ibérica y Grupo Zeta. Es coautor de varias publicaciones de la Asociación Asturiana de Periodistas y Escritores de Turismo (ASPET).

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